lunes, 5 de diciembre de 2011

El cabrón

Mis abuelos tenían cabras. Y un cabrón. Era un bicho tremendo, según mi madre.
Mi abuelo salía todos los días con las cabras y el cabrón al monte, a que comieran hierba fresca. Era un rebaño bastante grande, que daba para que mis abuelos y los cuatro niños vivieran bastante bien. Yo me imagino al abuelo, entre las salvias, los tomillos, la sardinilla y las otras miles de plantas que cubren mi monte. Incluso hoy día, en estos tiempos en los que hemos perdido el norte y la limpieza del monte consiste en arrasar con todo lo que crece bajo los pinos, hoy, todavía puedo pasear entre esas mismas plantas y oler esos mismos aromas.

 Por eso no me cuesta imaginar al abuelo.

Mi madre me contó que le llevaba el almuerzo al abuelo todos los días. Subía por el camino de la Matacara con el cesto. A lo mejor canturreando. O a lo mejor dando palos a las moscas. Eso ya es cosa de mi imaginación.
Era un día como cualquier otro, pero ese día el cabrón se había levantado con el pie izquierdo. O las moscas estaban mas pesadas que de costumbre. No se. Pero ese día, el cabrón arrancó con toda su mole hacia mi madre que subía por el camino, y del topetazo que la dio, la hizo caer por el terraplén abajo.
Debió de ser mas grande el susto que el daño, porque mi madre me ha podido contar esta historia en primera persona. Pero mi abuelo, que quería a sus hijos como solo un buen padre puede quererles, se puso fuera de si. Empezó a darle palos al cabrón hasta tal punto, que temiendo matar al bicho a palazos, y para apagar su rabia, no se le ocurrió otra cosa que ¡¡¡morderle!!!!!
Mi madre no sabía si reír o llorar.

Recuerdo el misterio de las ovejas que parían doble...

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