lunes, 12 de diciembre de 2011

Las ovejas que parían doble

Cuando mi abuelo se casó con mi abuela Julia, recibieron de "hijuela", como dice mi madre, cinco ovejas preñadas. ¡Era un gran regalo de bodas!
Mi abuelo llevaba a pastar juntas sus ovejas y las ovejas de Don Enrique. Don Enrique era el médico del pueblo. Un gran señor, según mi madre. De los que no era su riqueza, sino su sabiduría la que le hacía realmente importante. Don Enrique quería mucho a mi familia. Especialmente a mi abuela Julia. Muchas tardes venía a sentarse con ellos al calor del fuego. Mi abuela Julia crió a una de sus hijas, en aquellos tiempos en los que la leche materna solo se sustituía por otra leche materna.
Cuando mataban alguna oveja, le decían a mi abuelo que se llevara las criadillas para sus hijos. Pero Don Enrique decía " los niños de Heliodoro no comen criadillas, porque sus ovejas paren dos de cada vez". ¡Y era verdad! Bueno, verdad a medias. Todo el mundo que tiene ovejas sabe que las ovejas rara vez paren dos crías. Era posible que alguna de las ovejas de Don Enrique pariera en cama ajena. Mas que posible, jajaja.

Recuerdo palabras olvidadas...

lunes, 5 de diciembre de 2011

El cabrón

Mis abuelos tenían cabras. Y un cabrón. Era un bicho tremendo, según mi madre.
Mi abuelo salía todos los días con las cabras y el cabrón al monte, a que comieran hierba fresca. Era un rebaño bastante grande, que daba para que mis abuelos y los cuatro niños vivieran bastante bien. Yo me imagino al abuelo, entre las salvias, los tomillos, la sardinilla y las otras miles de plantas que cubren mi monte. Incluso hoy día, en estos tiempos en los que hemos perdido el norte y la limpieza del monte consiste en arrasar con todo lo que crece bajo los pinos, hoy, todavía puedo pasear entre esas mismas plantas y oler esos mismos aromas.

 Por eso no me cuesta imaginar al abuelo.

Mi madre me contó que le llevaba el almuerzo al abuelo todos los días. Subía por el camino de la Matacara con el cesto. A lo mejor canturreando. O a lo mejor dando palos a las moscas. Eso ya es cosa de mi imaginación.
Era un día como cualquier otro, pero ese día el cabrón se había levantado con el pie izquierdo. O las moscas estaban mas pesadas que de costumbre. No se. Pero ese día, el cabrón arrancó con toda su mole hacia mi madre que subía por el camino, y del topetazo que la dio, la hizo caer por el terraplén abajo.
Debió de ser mas grande el susto que el daño, porque mi madre me ha podido contar esta historia en primera persona. Pero mi abuelo, que quería a sus hijos como solo un buen padre puede quererles, se puso fuera de si. Empezó a darle palos al cabrón hasta tal punto, que temiendo matar al bicho a palazos, y para apagar su rabia, no se le ocurrió otra cosa que ¡¡¡morderle!!!!!
Mi madre no sabía si reír o llorar.

Recuerdo el misterio de las ovejas que parían doble...

La Tía Jolila

Mi madre me contó que en aquellos tiempos, tras la guerra, se pasaba hambre. Es lo que tienen las guerras.

En mi pueblo había una "casa de los pobres" . No era algo muy habitual, pero entonces mi pueblo era mas solidario que ahora. O quizás la gente de entonces era mas solidaria que ahora.

En esa casa, si se puede llamar así a una habitación con una simple chimenea, se podían quedar aquellos a los que lo único que les quedaba era su dignidad. Un poco maltrecha, pero dignidad al fin y al cabo. El Ayuntamiento les dejaba un haz leña con que calentarse, y por lo menos tenían un techo sobre sus cabezas. Vivían de lo que la gente les daba. Venían de muchos pueblos de alrededor, porque esas cosas corren a la velocidad de la luz, y eso que no había Internet.

Mi madre dice que muchas noches había bronca. Los vecinos se quejaban "hay que ver qué nochecita nos han dado hoy!" Pero nunca llegaba la sangre al río.

La Tia Jolila era una de esas almas.
Mi madre cuenta que venía a pedir limosna a casa. Mi abuela Julia, mirando un poco de reojo a mi abuelo Heliodoro, le daba un plato caliente, o un trozo de tocino, y a veces unas monedas. En casa de mis abuelos mandaba mi abuelo, pero se hacía lo que decía mi abuela. !Pues sólo faltaba! Por lo que cuenta mi madre, mi abuela Julia los tenía bien puestos y tenía tanto genio como buen corazón. Se quedaría ella sin el plato de sopa, lo mas seguro. Mas de una noche la pasó la Tía Jolila durmiendo en el suelo de la cocina ...
Algunos vecinos le decían que no le diera dinero. Que se lo gastaba en vino. Pero abuela les contestaba con ese genio suyo:" !pues mejor!! Si con la vida que le ha tocado llevar no puede  disfrutar ni de un vaso de vino, estamos apañaos".
Dice mi madre que era mas de un vaso de vino el que se tomaba. Pero ¿Quienes somos nosotros para criticarla?
Mi abuela se quedaba contenta, la Tía Jolila se quedaba contenta. Y mi abuelo se quedaba contento y orgulloso. Aunque no le dijera nada a mi abuela.

Porque mi abuelo era de pocas palabras, pero cuando había que decir o hacer algo, no había quién le para los pies.

Recuerdo la historia del cabrón...

Mi primera vez!!!

¡Hay que ver como suena el título!. A mezcla de vergüenza, de ansiedad, de ilusión... de miedo.
Es mi primer blog. Siempre he querido escribir. Tengo mucho que contar. Pero me puede el miedo al ridículo.
Mi madre es una buena "contadora" y a mi me encanta escucharla. Son historias cotidianas de cuando ella era niña. Yo ya he alcanzado también una edad en la que tengo historias que contar. Recuerdos que quisiera que perduraran cuando mi memoria se pierda.

Recuerdo a la Tía Jolila...